Liberia, capital de Guanacaste, es conocida como la “Ciudad Blanca” por sus antiguas casas coloniales de cal y piedra, y por las calles polvorientas que marcaron la vida cotidiana de sus primeros pobladores. Nació en el siglo XVIII como un pequeño caserío alrededor del Pozo de Agua, sitio de descanso para viajeros y comerciantes que venían desde Nicaragua o el Valle Central.
El crecimiento del poblado fue rápido: pronto se trazaron las primeras calles y se levantaron viviendas de bahareque y teja, así como la Iglesia de la Inmaculada Concepción en el corazón del pueblo, donde hoy se ubica el Parque Central Mario Cañas Ruiz, punto de encuentro de la vida liberiana.
En 1907 se construyó el Puente Real, levantado en el sitio del Paso Real, lugar por donde pasaban personas, mercancías y ganado. Aunque nunca cruzó un rey, su nombre se debe a la conexión con la antigua Calle Real. Esta estructura fue decisiva para la economía y la vida política, pues facilitó el acceso a la ciudad y conectó barrios tradicionales como Condega con el centro histórico.
A su alrededor surgieron edificaciones que hoy son parte del patrimonio de Liberia, como la Ermita de La Agonía (1866), joya arquitectónica declarada reliquia nacional, y más tarde la cárcel de Liberia, hoy convertida en el Museo de Guanacaste, espacio de cultura y memoria.
Liberia se consolidó como un centro de comercio regional, primero gracias a su cercanía con las rutas de arrieros y después con la construcción del puente, que hizo más fluido el intercambio de productos como ganado, arroz, maíz, tabaco y madera. Las haciendas ganaderas marcaron la identidad local y dieron origen a la figura del sabanero, que aún hoy representa el orgullo guanacasteco.
En el siglo XX, el comercio formal, las fiestas cívicas y el turismo fueron sumando dinamismo a la ciudad. Hoy, mientras la modernidad se refleja en universidades, comercios y el Aeropuerto Internacional Daniel Oduber Quirós, el espíritu de la Ciudad Blanca sigue vivo en su arquitectura, en su gente y en las tradiciones que hacen de Liberia un lugar único.
Liberia conserva un conjunto de edificaciones históricas que cuentan la evolución de la Ciudad Blanca. Desde templos coloniales hasta casas tradicionales y edificios civiles, estos espacios son parte esencial de su identidad cultural.
Construida en 1866, es el templo colonial más importante de Guanacaste. Su fachada de adobe y cal, junto con sus detalles sencillos, reflejan la arquitectura religiosa de la época. Fue declarada reliquia nacional y es símbolo del patrimonio espiritual liberiano.
Este edificio, levantado a finales del siglo XIX, funcionó durante décadas como la cárcel de Liberia. Hoy es el Museo de Guanacaste, un espacio cultural donde se realizan exposiciones artísticas, eventos y actividades comunitarias.
Este inmueble, situado cerca de la iglesia principal, fue sede del poder político provincial durante gran parte del siglo XX. Hoy sigue siendo un símbolo de la función administrativa que consolidó a Liberia como capital de Guanacaste.
Fundada a inicios del siglo XX y nombrada en honor al expresidente liberiano Ascensión Esquivel Ibarra, esta escuela es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Su arquitectura tradicional y su valor histórico la convierten en un referente educativo y cultural de Liberia.
Las casas tradicionales de bahareque, adobe y techos de teja son uno de los mayores atractivos de la ciudad. Se distinguen por sus amplios zaguanes, patios internos y fachadas sencillas, que conservan la esencia de la vida cotidiana liberiana. Muchas aún se pueden ver en barrios como Condega.
Ubicado en el corazón de Liberia, es el punto de encuentro social y cultural de la ciudad. Está rodeado de edificios históricos, incluyendo la Iglesia de la Inmaculada Concepción, y conserva el espíritu de las plazas coloniales, donde se reunían los pobladores para celebrar fiestas y actividades cívicas.
Liberia es un emblema de la cultura guanacasteca, donde música, tradiciones y celebraciones populares mantienen vivas las raíces de la región. El evento más importante del calendario son las Fiestas Cívicas Liberianas, celebradas cada febrero, cuando la ciudad se llena de color, caballos, música de marimba y bailes folclóricos que honran el espíritu del guanacasteco.
Dentro de estas fiestas destaca el Tope de Gala, considerado uno de los más grandes y elegantes de Costa Rica. A estas tradiciones se suma la gastronomía local —rosquillas, tanelas, vino de coyol y pinolillo y la calidez de la gente, que refleja el orgullo de ser parte de la Ciudad Blanca y de Guanacaste.
El Tope de Gala es la tradición más esperada de las Fiestas Cívicas Liberianas, celebrado cada febrero. Reúne a cientos de caballistas de todo el país que desfilan con orgullo por las principales calles de la Ciudad Blanca, mostrando la elegancia del caballo y la destreza del sabanero.
Más que un desfile, el tope es una expresión de identidad y cultura guanacasteca: música de marimba, vestimenta tradicional y el ambiente festivo convierten este evento en un verdadero espectáculo. Para los liberianos, el Tope de Gala no es solo una fiesta, sino una herencia que conecta generaciones y mantiene viva la tradición sabanera.